sábado, 31 de mayo de 2014
Leyendas
LA MANO PELUDA
Corría el año 1908 en la ciudad de Puebla, y los llamados “montepíos” (casas de empeño) abundaban y proliferaban bajo el ala indiferente y corrupta —las autoridades se llevaban parte de las ganancias de los montepíos— del gobierno de Porfirio Díaz.
No era un hecho sorprendente, teniendo en cuenta que, si bien el Porfiriato representó una época de crecimiento económico, en la práctica ese crecimiento económico se veía ensombrecido por la injusticia social inherente a la enorme polarización (los pobres se empobrecían, los ricos se enriquecían, la clase media se estancaba) de las diversas clases sociales, cosa que a la larga habría de estallar en la subversión de la revolución.
Era en ese ambiente de injusticia que los usureros explotaban a sus clientes, tomando todo lo que podían de ellos cual egoístas sanguijuelas. Ropa, muebles, relicarios, vajillas de plata, joyas, incluso los juguetes de los inocentes niños: nada excluían sus manos codiciosas. Pero, entre esos usureros con mucho dinero y poca nobleza, destacaba uno al que casi todo el pueblo detestaba: el señor Villa, conocido como “Horta” entre los habitantes de la ciudad.
Horta era un tipo amargado, codicioso, avaro, materialista, extremadamente egoísta, un tipo que nunca tuvo piedad de sus clientes más desesperados o de los mendigos sedientos que le imploraban centavos con los labios resecos y la mirada carcomida por el sufrimiento. Era calvo, bajo de estatura, rechoncho como un cerdo, con las extremidades y el cuerpo repleto de abundante vello.
De actitud ostentosa, Horta adoraba llevar las manos repletas de gruesos anillos engarzados de piedras preciosas. La gente lo aborrecía tanto que a veces lo maldecían al pasar por su negocio; mas, como eran tan evidentes sus manos, la maldición que estaba de moda era un: “¡Qué Dios te seque la mano!”.
Pasaron así los días y en la memoria popular quedó grabada la imagen de Horta, sentado en su casa de cambio de la calle Merino, contando y apilando monedas de oro junto a la Gangosa, que era como le decían (por antipatía) a su mujer. Toda su vida fue un maldito avaro, pero un día la muerte llegó; y, al parecer, Dios le secó la mano… O al menos eso se quiso hacer creer, para darle un castigo aunque sea después de muerto.
Fue así que, según se cuenta, en el diario El Duende salió publicada una noticia sobre la “Mano Negra”. Se trataba de la mano de Horta, a la cual se había visto trepar por los muros del cementerio de San Francisco. La creencia de que la mano era de Horta se originó en una entrevista con un sepulturero que dijo haber visto a la mano, y que no era una mano cualquiera sino una mano grande, llena de vellos negros, y de anillos engarzados con gemas…
El asunto es que el suceso comenzó a repetirse y cada noche, a eso de las once, una mano negra (de lejos no se veían las joyas, solo la negra silueta) trepaba por los gruesos muros del camposanto. No era una cosa de este mundo: era una mano espectral, que ascendía sin caerse como propulsada por una oscura magia, que se movía tétricamente como una cruel tarántula, ansiosa por envolver en las redes del miedo o de la muerte al espantado testigo o a la incauta víctima que, sin verle, no advierta su sigiloso desplazamiento por la tierra o los muros. Y es que, en un instante letal, la Mano Peluda saltaría sobre la presa o ascendería por su ropa hasta llegar a su cara, donde con sus gruesos dedos le arrancaría los ojos para finalmente descender al cuello, estrangularlo, dejar el cadáver allí y volver —con teletransportación o algún otro método fantasmal— a su tumba, donde se reuniría con los demás despojos mortuorios.
Según la leyenda, la Mano Peluda siguió viéndose durante un tiempo hasta que finalmente desapareció (hoy nadie en Puebla dirá que la Mano Peluda sigue apareciendo…).
LA DONCELLA ERRANTE Y EL DERECHO DE PERNADA.
Durante la colonia española en México, las haciendas fueron en su mayoría propiedad de españoles, en ellas vivían los peones con toda su familia. El peón vivía muriendo bajo infames condiciones de esclavitud, el fuete del amo y la tienda de raya torturaban el cuerpo y alma de los miserables asalariados del campo. Durante el porfiriato el gobierno fuerte de Don Porfirio Díaz Mori se asentó en el terror de los guardias rurales diseminados en todo el territorio nacional. Estos guardias eran gente reclutada entre asesinos y bandoleros, portaban vistosos uniformes, con relucientes pistolas y rifles, cartucheras repletas de balas, caballos ejercitados para el ataque y la fuga, eran conocedores de los sinuosos y estrechos caminos, eran aptos para matar en cualquier hora a cualquier sospechoso de ser enemigo del régimen y sin tener que rendir cuentas a nadie. La misión de los rurales era limpiar al país de clamores y reclamos. El dedo en el gatillo apuntaba hacia la boca, hacia los ojos o hacia la conciencia de quien se atreviese a hablar, ver o pensar en las cosas turbias del sistema. Tres caminos se habrían para los disidentes: encierro, entierro o destierro. La ley fuga era frecuente, los panteones se llenaban de víctimas, familias enteras emigraron y muchos perecieron encerrados en la cárcel de Belén. Hombres honrados y auténticos bandidos, por igual, sin miramientos, fueron aniquilados. La paz pública, fincada en el terror y el crimen, proporcionó seguridad a don Porfirio, parientes y amigos, así como a la decente minoría burguesa de privilegiados comerciantes, mineros y terratenientes.
De esta forma se tenían “quietos” a los campesinos, sin derecho a reclamar las acciones del dueño de la hacienda que siempre era español, que traía entre otras cosas lo que se conoce como “DERECHO DE PERNADA” una “manía” o costumbre europea y que no era otra cosa que la primera relación con la doncella recién casada, si el futuro esposo se oponía, este era castigado a latigazos y encerrado.
Durante el inicio de la etapa del porfiriato nos dice una leyenda que en lo que anteriormente fue la hacienda Sayaavedra (hoy zona esmeralda), los dueños del rancho “Rancho viejo” hubo un casamiento entre la doncella y un campesino que laboraba en el rancho, durante la fiesta que había se hecho con el consentimiento del dueño del rancho, todo fue alegría y baile, pero al terminarse, los recién casados se fueron a disfrutar su amor en la intimidad de su pequeña choza de abobes y palma, antes de llegar a su humilde hogar, fueron interceptados por tres hombres a caballo y armados con rifles, quienes se llevaron a la recién casada de tan solo tenía 15 años de edad, el marido se opuso, fue golpeado por uno de ellos con un fuete y dejado ensangrentado en la pequeña choza. La novia fue llevada ante el “amo” del rancho y le dijo que debería tener su primera relación con él, a lo que ella se opuso, pero fue tomada por la fuerza, desgarrándole sus ropas de manta blanca, una vez terminada la relación sexual, la doncella salió de la alcoba y ante la vergüenza de no ser digna de su esposo, optó por llegar a un barranco y algunas personas vieron como se aventó, teniendo una muerte inmediata, pero nunca pudieron encontrar su cadáver. Algunas personas de Rancho Blanco mencionan que por las noches y en ocasiones cuando hay neblina o llueve, se ve la figura de una mujer de ropas blancas, no se le ve la cara y siempre se ha visto de espaldas que flota por los alrededores de lo que fue la choza donde iba a ser su hogar y sobre el barranco donde murió, hay quien dice que hasta por el año de 1990 cuando se le vio por última vez, por muy oscuro que estaba la noche se alcanzaba a ver la figura con ropas blancas de la mujer, pero que la acercarse a la doncella se ve como se desvanece como si fuera humo, oyéndose al mismo tiempo un suspiro y un lamento con palabras apenas audibles que dicen: “me fui por no ser digna de ti”.
PORFIRIO DÍAZ Y EL TREN DE JUANA CATA
"Según la leyenda, Porfirio logró que en esos años (1857, aproximadamente), que la empresa del ferrocarril transítmico, que trabajaba en esa zona, desviara el trazo de la vía hasta hacerla pasar a dos metros del chalet estilo francés que construyó para Juana Cata. Le había regalado el progreso". (Pág. 176 del libro Siglo de Caudillos. Tusquets). A Krauze se le olvida cómo estaba el país en 1857... como para construir un ferrocarril. O un chalet, con un salario de capitán.
En su libro Místico de la autoridad: Porfirio Díaz (FCE), Krauze abunda en el asunto: "En Tehuantepec el pasado precolombino parecía más vivo que el presente. Mientras la Compañía Luisianesa construía un ferrocarril transístmico [...]. (Pág. 11).
"Díaz logró que la empresa del ferrocarril transístmico desviara la ruta para hacerla pasar a dos metros del chalet estilo francés construido para Juana. 'Cuando mi abuelo la visitaba -recuerda Lila, la nieta de Díaz- el maquinista reducía la velocidad y silbaba una clave; Juana Cata entreabría su puerta y Porfirio saltaba sin que el tren se detuviera, ya que el primer escalón (...) coincidía con el estribo del tren [...]. (Pág. 15).
Ese alarde romántico lo mencionan también muchos otros, historiadores o no. Pero es inexacto (y, si desvió la vía, ¿por dónde pasaría?).
El puente de Tehuantepec (a poco más de cien metros de la casa de Juana Cata) se construyó en la parte más angosta del río; cualquiera con sentido común lo puede apreciar. Hacerlo en otra parte sería una insensatez; como construir el famoso canal que se hizo en Panamá, de Tamaulipas a Sinaloa, por ejemplo.
Y no fue ninguna "Compañía Luisanesa" la que construyó el ferrocarril, como afirma Krauze. Al parecer de él lo copió Heraclio Zepeda para su libro "Tocar el fuego" (pág. 111), donde éste habla de la relación entre Porfirio y Juana. (También Heraclio anda perdido: su obra se ubica durante la intervención francesa, cuando ninguna vía férrea pasaba por Tehuantepec).
Hubo una Compañía Luisanesa (en el marco del tratado McLane-Ocampo), de la que habla Charles de Brasseur en su famoso libro sobre Tehuantepec, empresa que en 1857 obtuvo la concesión para una vía interoceánica en el istmo (se viajaba en barcos de vapor de Coatzacoalcos a Minatitlán, de ahí a Xúchil y luego en diligencias hasta la Ventosa -Salina Cruz), la cual hizo malas gestiones, por lo que fueron suspendidos los trabajos y el gobierno decretó la requisición de sus bienes.
En 1878 la compañía de Edward Learned, de Nueva York, recibe la concesión. El Ferrocarril se comienza a construir en 1880 (llevaba cinco kilómetros hasta el 17 de febrero de 1881) y se le canceló en agosto de 1882 con apenas 35 kilómetros construidos; de ahí que pase en 1879 a la compañía que representa Jorge Tyng.
Para 1881 la empresa de Tyng había tendido 50 kilómetros de vía. Luego se autorizó a C. S. Stanhope, J. H. Hampson y E. L. Corthell el contrato. La empresa obtiene malos resultados (hicieron 73 kilómetros hasta 1893). El gobierno hace 4 kilómetros en 1893 y Chandos Stanhope terminó los 59 faltantes hasta 1994). El gobierno la inauguró el 29 de julio de 1894. Lo malo es que eran rieles de 56 libras por yarda (aproximadamente 25 kilos por metro. Por eso se volvió a inaugurar en 1907).
En 1899 se le encarga su terminación a Weetman Pearson de la Pearson and Son Ltd. (El decreto fue expedido en 1896, se firmaron los primeros contratos en 1898 y 1899).
Pearson cambió los rieles por otros más resistentes (de 40 kilos por metro), por eso, en las casas del istmo aún podemos ver rieles desechados como soportes del techo de las casas.
De regreso al tema, Porfirio Díaz no hizo que "se desviara la ruta", porque no existía ninguna casa de Juana Cata. Cuando se inició la construcción de la vía férrea el palacete de Juana aún no se construía.
La nieta dice una mentira: "ya que el primer escalón (...) coincidía con el estribo del tren". Y de existir, a la edad que tenía, dudo mucho que Porfirio saltara los cuatro metros que los separa de las vías a la puerta de Juana, como dice la nieta de Díaz entrevistada por Krauze.
Y si así fuera, muy mal se vería todos los días doña Juana alzando sus enaguas para trepar ese escalón, de más de un metro, a la entrada de su casa.
Corría el año 1908 en la ciudad de Puebla, y los llamados “montepíos” (casas de empeño) abundaban y proliferaban bajo el ala indiferente y corrupta —las autoridades se llevaban parte de las ganancias de los montepíos— del gobierno de Porfirio Díaz.
No era un hecho sorprendente, teniendo en cuenta que, si bien el Porfiriato representó una época de crecimiento económico, en la práctica ese crecimiento económico se veía ensombrecido por la injusticia social inherente a la enorme polarización (los pobres se empobrecían, los ricos se enriquecían, la clase media se estancaba) de las diversas clases sociales, cosa que a la larga habría de estallar en la subversión de la revolución.
Era en ese ambiente de injusticia que los usureros explotaban a sus clientes, tomando todo lo que podían de ellos cual egoístas sanguijuelas. Ropa, muebles, relicarios, vajillas de plata, joyas, incluso los juguetes de los inocentes niños: nada excluían sus manos codiciosas. Pero, entre esos usureros con mucho dinero y poca nobleza, destacaba uno al que casi todo el pueblo detestaba: el señor Villa, conocido como “Horta” entre los habitantes de la ciudad.
Horta era un tipo amargado, codicioso, avaro, materialista, extremadamente egoísta, un tipo que nunca tuvo piedad de sus clientes más desesperados o de los mendigos sedientos que le imploraban centavos con los labios resecos y la mirada carcomida por el sufrimiento. Era calvo, bajo de estatura, rechoncho como un cerdo, con las extremidades y el cuerpo repleto de abundante vello.
De actitud ostentosa, Horta adoraba llevar las manos repletas de gruesos anillos engarzados de piedras preciosas. La gente lo aborrecía tanto que a veces lo maldecían al pasar por su negocio; mas, como eran tan evidentes sus manos, la maldición que estaba de moda era un: “¡Qué Dios te seque la mano!”.
Pasaron así los días y en la memoria popular quedó grabada la imagen de Horta, sentado en su casa de cambio de la calle Merino, contando y apilando monedas de oro junto a la Gangosa, que era como le decían (por antipatía) a su mujer. Toda su vida fue un maldito avaro, pero un día la muerte llegó; y, al parecer, Dios le secó la mano… O al menos eso se quiso hacer creer, para darle un castigo aunque sea después de muerto.
Fue así que, según se cuenta, en el diario El Duende salió publicada una noticia sobre la “Mano Negra”. Se trataba de la mano de Horta, a la cual se había visto trepar por los muros del cementerio de San Francisco. La creencia de que la mano era de Horta se originó en una entrevista con un sepulturero que dijo haber visto a la mano, y que no era una mano cualquiera sino una mano grande, llena de vellos negros, y de anillos engarzados con gemas…
El asunto es que el suceso comenzó a repetirse y cada noche, a eso de las once, una mano negra (de lejos no se veían las joyas, solo la negra silueta) trepaba por los gruesos muros del camposanto. No era una cosa de este mundo: era una mano espectral, que ascendía sin caerse como propulsada por una oscura magia, que se movía tétricamente como una cruel tarántula, ansiosa por envolver en las redes del miedo o de la muerte al espantado testigo o a la incauta víctima que, sin verle, no advierta su sigiloso desplazamiento por la tierra o los muros. Y es que, en un instante letal, la Mano Peluda saltaría sobre la presa o ascendería por su ropa hasta llegar a su cara, donde con sus gruesos dedos le arrancaría los ojos para finalmente descender al cuello, estrangularlo, dejar el cadáver allí y volver —con teletransportación o algún otro método fantasmal— a su tumba, donde se reuniría con los demás despojos mortuorios.
Según la leyenda, la Mano Peluda siguió viéndose durante un tiempo hasta que finalmente desapareció (hoy nadie en Puebla dirá que la Mano Peluda sigue apareciendo…).
LA DONCELLA ERRANTE Y EL DERECHO DE PERNADA.
Durante la colonia española en México, las haciendas fueron en su mayoría propiedad de españoles, en ellas vivían los peones con toda su familia. El peón vivía muriendo bajo infames condiciones de esclavitud, el fuete del amo y la tienda de raya torturaban el cuerpo y alma de los miserables asalariados del campo. Durante el porfiriato el gobierno fuerte de Don Porfirio Díaz Mori se asentó en el terror de los guardias rurales diseminados en todo el territorio nacional. Estos guardias eran gente reclutada entre asesinos y bandoleros, portaban vistosos uniformes, con relucientes pistolas y rifles, cartucheras repletas de balas, caballos ejercitados para el ataque y la fuga, eran conocedores de los sinuosos y estrechos caminos, eran aptos para matar en cualquier hora a cualquier sospechoso de ser enemigo del régimen y sin tener que rendir cuentas a nadie. La misión de los rurales era limpiar al país de clamores y reclamos. El dedo en el gatillo apuntaba hacia la boca, hacia los ojos o hacia la conciencia de quien se atreviese a hablar, ver o pensar en las cosas turbias del sistema. Tres caminos se habrían para los disidentes: encierro, entierro o destierro. La ley fuga era frecuente, los panteones se llenaban de víctimas, familias enteras emigraron y muchos perecieron encerrados en la cárcel de Belén. Hombres honrados y auténticos bandidos, por igual, sin miramientos, fueron aniquilados. La paz pública, fincada en el terror y el crimen, proporcionó seguridad a don Porfirio, parientes y amigos, así como a la decente minoría burguesa de privilegiados comerciantes, mineros y terratenientes.
De esta forma se tenían “quietos” a los campesinos, sin derecho a reclamar las acciones del dueño de la hacienda que siempre era español, que traía entre otras cosas lo que se conoce como “DERECHO DE PERNADA” una “manía” o costumbre europea y que no era otra cosa que la primera relación con la doncella recién casada, si el futuro esposo se oponía, este era castigado a latigazos y encerrado.
Durante el inicio de la etapa del porfiriato nos dice una leyenda que en lo que anteriormente fue la hacienda Sayaavedra (hoy zona esmeralda), los dueños del rancho “Rancho viejo” hubo un casamiento entre la doncella y un campesino que laboraba en el rancho, durante la fiesta que había se hecho con el consentimiento del dueño del rancho, todo fue alegría y baile, pero al terminarse, los recién casados se fueron a disfrutar su amor en la intimidad de su pequeña choza de abobes y palma, antes de llegar a su humilde hogar, fueron interceptados por tres hombres a caballo y armados con rifles, quienes se llevaron a la recién casada de tan solo tenía 15 años de edad, el marido se opuso, fue golpeado por uno de ellos con un fuete y dejado ensangrentado en la pequeña choza. La novia fue llevada ante el “amo” del rancho y le dijo que debería tener su primera relación con él, a lo que ella se opuso, pero fue tomada por la fuerza, desgarrándole sus ropas de manta blanca, una vez terminada la relación sexual, la doncella salió de la alcoba y ante la vergüenza de no ser digna de su esposo, optó por llegar a un barranco y algunas personas vieron como se aventó, teniendo una muerte inmediata, pero nunca pudieron encontrar su cadáver. Algunas personas de Rancho Blanco mencionan que por las noches y en ocasiones cuando hay neblina o llueve, se ve la figura de una mujer de ropas blancas, no se le ve la cara y siempre se ha visto de espaldas que flota por los alrededores de lo que fue la choza donde iba a ser su hogar y sobre el barranco donde murió, hay quien dice que hasta por el año de 1990 cuando se le vio por última vez, por muy oscuro que estaba la noche se alcanzaba a ver la figura con ropas blancas de la mujer, pero que la acercarse a la doncella se ve como se desvanece como si fuera humo, oyéndose al mismo tiempo un suspiro y un lamento con palabras apenas audibles que dicen: “me fui por no ser digna de ti”.
PORFIRIO DÍAZ Y EL TREN DE JUANA CATA
"Según la leyenda, Porfirio logró que en esos años (1857, aproximadamente), que la empresa del ferrocarril transítmico, que trabajaba en esa zona, desviara el trazo de la vía hasta hacerla pasar a dos metros del chalet estilo francés que construyó para Juana Cata. Le había regalado el progreso". (Pág. 176 del libro Siglo de Caudillos. Tusquets). A Krauze se le olvida cómo estaba el país en 1857... como para construir un ferrocarril. O un chalet, con un salario de capitán.
En su libro Místico de la autoridad: Porfirio Díaz (FCE), Krauze abunda en el asunto: "En Tehuantepec el pasado precolombino parecía más vivo que el presente. Mientras la Compañía Luisianesa construía un ferrocarril transístmico [...]. (Pág. 11).
"Díaz logró que la empresa del ferrocarril transístmico desviara la ruta para hacerla pasar a dos metros del chalet estilo francés construido para Juana. 'Cuando mi abuelo la visitaba -recuerda Lila, la nieta de Díaz- el maquinista reducía la velocidad y silbaba una clave; Juana Cata entreabría su puerta y Porfirio saltaba sin que el tren se detuviera, ya que el primer escalón (...) coincidía con el estribo del tren [...]. (Pág. 15).
Ese alarde romántico lo mencionan también muchos otros, historiadores o no. Pero es inexacto (y, si desvió la vía, ¿por dónde pasaría?).
El puente de Tehuantepec (a poco más de cien metros de la casa de Juana Cata) se construyó en la parte más angosta del río; cualquiera con sentido común lo puede apreciar. Hacerlo en otra parte sería una insensatez; como construir el famoso canal que se hizo en Panamá, de Tamaulipas a Sinaloa, por ejemplo.
Y no fue ninguna "Compañía Luisanesa" la que construyó el ferrocarril, como afirma Krauze. Al parecer de él lo copió Heraclio Zepeda para su libro "Tocar el fuego" (pág. 111), donde éste habla de la relación entre Porfirio y Juana. (También Heraclio anda perdido: su obra se ubica durante la intervención francesa, cuando ninguna vía férrea pasaba por Tehuantepec).
Hubo una Compañía Luisanesa (en el marco del tratado McLane-Ocampo), de la que habla Charles de Brasseur en su famoso libro sobre Tehuantepec, empresa que en 1857 obtuvo la concesión para una vía interoceánica en el istmo (se viajaba en barcos de vapor de Coatzacoalcos a Minatitlán, de ahí a Xúchil y luego en diligencias hasta la Ventosa -Salina Cruz), la cual hizo malas gestiones, por lo que fueron suspendidos los trabajos y el gobierno decretó la requisición de sus bienes.
En 1878 la compañía de Edward Learned, de Nueva York, recibe la concesión. El Ferrocarril se comienza a construir en 1880 (llevaba cinco kilómetros hasta el 17 de febrero de 1881) y se le canceló en agosto de 1882 con apenas 35 kilómetros construidos; de ahí que pase en 1879 a la compañía que representa Jorge Tyng.
Para 1881 la empresa de Tyng había tendido 50 kilómetros de vía. Luego se autorizó a C. S. Stanhope, J. H. Hampson y E. L. Corthell el contrato. La empresa obtiene malos resultados (hicieron 73 kilómetros hasta 1893). El gobierno hace 4 kilómetros en 1893 y Chandos Stanhope terminó los 59 faltantes hasta 1994). El gobierno la inauguró el 29 de julio de 1894. Lo malo es que eran rieles de 56 libras por yarda (aproximadamente 25 kilos por metro. Por eso se volvió a inaugurar en 1907).
En 1899 se le encarga su terminación a Weetman Pearson de la Pearson and Son Ltd. (El decreto fue expedido en 1896, se firmaron los primeros contratos en 1898 y 1899).
Pearson cambió los rieles por otros más resistentes (de 40 kilos por metro), por eso, en las casas del istmo aún podemos ver rieles desechados como soportes del techo de las casas.
De regreso al tema, Porfirio Díaz no hizo que "se desviara la ruta", porque no existía ninguna casa de Juana Cata. Cuando se inició la construcción de la vía férrea el palacete de Juana aún no se construía.
La nieta dice una mentira: "ya que el primer escalón (...) coincidía con el estribo del tren". Y de existir, a la edad que tenía, dudo mucho que Porfirio saltara los cuatro metros que los separa de las vías a la puerta de Juana, como dice la nieta de Díaz entrevistada por Krauze.
Y si así fuera, muy mal se vería todos los días doña Juana alzando sus enaguas para trepar ese escalón, de más de un metro, a la entrada de su casa.
Costumbres
Durante el esplendor del Porfiriato, la vida cotidiana experimentó cambios sustanciales.
En aquella época el gusto por la moda francesa era sinónimo de buen gusto y elegancia. La ropa, costumbres, música y alimentos de las clases acomodadas tenían una marcada influencia europea.
Se creía que el hombre era fuerte, firme e inteligente, mientras que la mujer era intuitiva, sensible, sumisa y abnegada, y poseía un organismo frágil, músculos delicados, un sistema nervioso irritable y un cráneo pequeño.
Se argumentaba que por sus atributos y sus características la mujer era apta para la maternidad y las tares domésticas, pero inhábil para ejercer las actividades reservadas a los varones.
Se pensaba que la mujer tenía varias obligaciones: la primera de ellas era atender al marido y generar en su hogar una atmósfera de apacibilidad, según lo señalaba las revistas y el famoso Manual de Carreño.
En segundo lugar estaba encargada de educar a los hijos e inculcarles las primeras nociones morales; por último, debía desempeñar o supervisar las tareas domésticas.
La educación que se impartía a las mujeres obedecía a este esquema. No se buscaba educarlas para que fueran capaces de trabajar fuera del hogar, sino para que fueran buenas esposas y madres.
En los manuales de higiene, en las revistas dirigidas a la familia e incluso en las aulas, se difundió la idea de lavar el cuerpo y la ropa era requisito para la salud. La falta de baño se debía principalmente a la carencia de agua en la vivienda o a la escasez de establecimientos públicos que ofrecieran estos servicios.
Era una costumbre, tambien, que se regalara pan a los pobres para que Díaz de reeleccionará presidente con el fin de comprar su voto, seguían la corriente filosofica del positivismo, se copiaba el arte y cultura francesa.
Las tiendas de raya eran propiedad de los patrones y ahí expendían comestibles, licores y ropas de baja calidad. El pago a los trabajadores se hacía mediante vales que sólo se podían canjear en la tienda de raya del patrón, quien recuperaba todo el dinero erogado en pagar los sueldos ya que por lo general revendía los productos a un precio más alto. Cuando al trabajador, que recibía salarios muy bajos por exhaustivas jornadas, no le alcanzaba para pagar los productos que permitieran su subsistencia y la de su familia, se veía obligado a comprar a crédito con un alto interés y así adquiría una deuda que, si en vida no la pagaba, era heredada a su descendencia o a otros familiares.
El trabajador no podía cambiarse de hacienda o fábrica sin antes saldar la deuda y si llegaba a escapar era perseguido por la policía para llevarlo de regreso.
El Porfirismo en Yucatán
En Yucatán se ha denominado "porfiriato henequenero” al período entre 1901-1911 del gobierno de Olegario Molina (electo en 1901 y reelecto en 1905) y su hombre de paja, Enrique Muñoz Arístegui, que se caracterizó por la monopolización del comercio del henequén por parte de una élite de hacendados apoyada por Molina, gobernador y comerciante, aliada a los compradores estadounidenses, por los abusos dictatoriales de la administración molinista para apoyar el régimen de casi esclavitud de las haciendas henequeneras y los despojos de tierra de los pueblos, así como por la proliferación de obras públicas y mejoras materiales, todo en consonancia con la administración de Porfirio Díaz en el poder federal.
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"Los efectos del oro verde" | ||||||||||
Los 30 años que duró el gobierno de Porfirio Díaz fueron de mucha actividad arquitectónica; la ciudad creció y se transformó considerablemente. Se construyeron El Paseo de Montejo y el de Reforma, que quedaron flanqueados de suntuosas residencias, al igual que las colonias en donde vivían las clases pudientes.
Durante el porfiriato el cultivo, la industrialización y el comercio del henequén generaron tantas ganancias que opacaron y prácticamente paralizaron en Yucatán otras actividades productivas tan importantes como la ganadería. Todo esto propició la aparición de ciertas circunstancias políticas, económicas y sociales que se pueden sintetizar de la siguiente manera: | ||||||||||
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"Todas estas circunstancias fueron a su vez propiciadas porque a la manera como sucedió en el centro de México durante el siglo XIX, en Yucatán seguían disputándose el poder el Partido Conservador encabezado por Francisco Cantón, y el Partido Liberal, encabezado por Olegario Molina. Los liberales, herederos de Cepeda Peraza y del Instituto Literario, se hicieron cargo del gobierno en 1902 e iniciaron con Molina y después con Muñoz Aristegui, un gobierno que solo caería con la revolución"
Este grupo, representado principalmente por los hacendados henequeneros y los políticos y comerciantes ligados a ellos, trae a Yucatán las modas y la cultura de vanguardia del mundo desarrollado, para su uso y goce exclusivos, llegando incluso al extremo de importar a los propios profesionales, artistas y técnicos para que les sirvan. El auge henequenero y las condiciones sociopolíticas establecidas y sostenidas por el régimen porfirista en Yucatán, permitieron que un pequeño grupo de gente acaparara enormes riquezas y con ello el control cultural de la entidad, hecho que también influyó grandemente para producir esas circunstancias o características especiales de la arquitectura local. | ||||||||||
"Los pros y los contras" | ||||||||||
Todo esto genera entonces una notable modificación de la arquitectura regional, pues los antiguos modelos coloniales y los de la época independiente (con características muy similares) son violentamente transformados y sustituidos por las nuevas modas academicistas de corte ecléctico.
Esta transformación no solo se dio en la arquitectura de Mérida, sino que abarcó a toda la región, incluyendo a los ranchos y las haciendas. El neoclásico en su versión decimonónica, el neogótico y la corriente ecléctica arquitectónica, se constituyen como modas que cunden, no solo entre el grupo de poder, sino también en el resto de la sociedad burguesa que de acuerdo con sus posibilidades, imita o interpreta los cánones formales y expresivos de estas corrientes, tendencias o estilos. Esta industria registró en realidad un tremendo impulso desde 1880, ya que a partir de ese año se modernizaron los instrumentos de trabajo y los medios de comunicación y transporte; el mejor ejemplo esla introducción del ferrocarril, en 1875, con la ruta Mérida-Progreso. La red ferroviaria, que sirvió para aligerar el traslado de las pacas de henequén hasta el puerto para su embarque, se extendería después a otros lugares del estado como Valladolid, Peto y Ticul, y en 1898 se amplió hasta el estado de Campeche. Así, resultado del orgullo de la romántica y positivista época porfiriana fueron las obras del alumbrado público, los tranvías, el tren, el saneamiento de la ciudad, aunque no pudieron beneficiar a toda la ciudad. El telégrafo, introducido en tiempos del Imperio, también se extendió en gran parte de la región. Este mejoramiento de las comunicaciones llevó a los capitalistas yucatecos a pensar que Mérida -importante centro político y administrativo- no podía quedar al margen de las mejoras materiales que se daban en otras ciudades del país, así que de inmediato emprendieron su transformación. Los servicios públicos fueron los primeros en modernizarse. El antiguo sistema de alumbrado de lámparas de petróleo dio paso a los focos eléctricos, principalmente en las calles del centro de la capital; se intentó pavimentar y adoquinar todas las calles, intento infructuoso debido a los lodazales formados por las lluvias; también se hicieron planes para un sistema de drenaje, pues los problemas sanitarios resultantes de la acumulación de agua y desechos orgánicos eran fuente de infección y muerte, sobre todo en la población infantil; sin embargo, el proyecto tampoco cristalizó. La introducción de tranvías tirados por mulas también creó conflictos sanitarios, puesto que los desechos orgánicos de los animales eran una fuente continua de infección y contagio, aunque a final de cuentas el tranvía fue un elemento modernizador muy bien aceptado que pronto comenzó a recorrer los principales puntos de Mérida, situación que también ocasionó algunos accidentes como atropellamientos o caídas de pasajeros "pasados de copas". El cambio de patrones culturales entre los Meridanos incluyó también el conocimiento de los grandes inventos de la época; como el fonógrafo y el cinematógrafo de Lumiére, con el que se ofrecían exhibiciones en el Teatro Peón Contreras y el desaparecido Circo Teatro Yucateco, así como los grandes progresos de la fotografía que se podían palpar en los periódicos locales. En aquel periodo del gobierno porfirista, en el que aparentemente existía una "tranquilidad pública"muchos intelectuales mexicanos llegaron a pensar que el progreso del país era posible gracias al aprovechamiento del potencial de trabajo de una densa población indígena; así, pensaban, México se podía convertir en un país "civilizado", cómo los existentes en la Europa "culta y desarrollada". Y para lograr tal transformación era necesario crear una imagen ante el exterior: se proporcionó información sobre el país en exposiciones internacionales de Francia y Estados Unidos a fin de promover las ventajas de invertir en México. Los esfuerzos rindieron frutos y capitalistas extranjeros, especialmente ingleses, comenzaron a impulsar diversas ramas de la economía nacional. Por otro lado, insistiendo en los postulados liberales que llevarían a México a integrar el grupo de "las grandes naciones", los intelectuales porfirianos hicieron énfasis en la educación y el trabajo. | ||||||||||
"La riqueza proyectada de forma arquitectónica" | ||||||||||
Es durante esta época que se construyen nuevos edificios para albergar instituciones públicas. El Registro Civil (64 entre 65 y 67) en 1905, los hospitales O'Horan y Ayala, inaugurados conjuntamente con la última etapa de la Penitenciaria Juárez por el presidente Porfirio Díaz en 1906. El local de salubridad en el paseo de la Reforma (72 por 55) en 1910, el Palacio Federal, ahora Correos, en 1908. También son edificadas las escuelas de los barrios de la Mejorada, San Sebastián y Santiago.
Se construye para adorno de la ciudad y satisfacción de la vanidad de la sociedad meridense el local magnífico del nuevo teatro Peón Contreras, inaugurado en 1908. Aparecen también en esta época los primeros edificios construidos para hoteles, aunque ya existían casas adaptadas. El Gran Hotel en 1902 y pocos años después el Regis, ambos en la 60 por 59, son de tres plantas con patio de corredores y columnas corintias. En la zona comercial hubo nuevos edificios: El Candado (60 por 65), El Siglo XIX y el edificio de la Ritter y Bock. También los locales de los bancos: Nacional de México, (50 por 56 ya demolido), el Banco Yucateco(58 entre 65 y 67) con su fachada neoclásica rematada por un gran frontón y el Banco Mercantil en la 65 entre 60 y 62. Por su parte, el clero construyó la iglesia de San José de la Montaña al sur de la ciudad (60 por 79), la iglesia de Lourdes, consagrada en 1908, y el conjunto del "Pich": el ex asilo de huérfanos con su iglesia neogótica consagrada en 1890 (53 por 54). Se termina la construcción el templo de San Sebastián y anexo a él un cuartel con su portal al frente. Hacia finales del siglo XIX, en 1883, se destruye la antigua casa de los Gobernadores para construir un nuevo local inaugurado en 1892, más de acorde con la dinámica económica de la explotación del henequén. Sin embargo, lo que realmente definió a este período fueron las modificaciones urbanísticas: el Paseo de la 59, el paseo de la Reforma, y sobre todo el Paseo de Montejo; en todos éstos se construyeron espléndidas residencias para los hacendados y grandes comerciantes, que habían comenzado a construir en el camino y la plaza de Itzimná. Edificados desde finales del siglo XIX (y principalmente entre 1902 y 1905), éstas son casas rodeadas de jardines, de una o dos plantas, en muchos casos sobre sótanos o una elevación, en muchos casos con la decoración ecléctica en boga en aquel entonces. Ejemplos de éstos son Las Casas Cámara y el Palacio Cantón en el Paseo de Montejo; la casa de las familias Monzo y Cicero en la Plaza de Itzimná, el Pinar y la ahora escuela para invidentes en la 60, así muchas otras hasta unas 40 aproximadamente. De igual manera fueron construidos en el centro de la ciudad un gran número de casas de una y dos plantas, de gran tamaño conservando el patio central tradicional y el alineamiento. De los mejores ejemplos son el Instituto Benjamín Franklin, la casa del gobernador Olegario Molina en el parque de la Mejorada con 57; el actual local de la Biblioteca del Estado, el conjunto en el cruce las calles 61 por 66; el local de medicina familiar del IMSS (59 por 64), y la casa de la esquina sureste de la calles 60 por 69. Hay algunos ejemplos como la Casa del Lagarto, las tres casas en la 59 en su tramo de la 61 por 54. En otros casos, a diferencia de las otras del centro, son antecedidas por un pequeño jardín o un portal y en algunas casas no cuentan con patio central. En este sentido son más cercanos a los del Paseo de Montejo e Itzimná en su aspecto compacto y extrovertido. Es quizás éste periodo el de mayor riqueza pero menor originalidad arquitectónica, ya que fueron copiados de modelos extranjeros. | ||||||||||
"La moda extranjera" | ||||||||||
A este período corresponde la construcción de casas de madera con modelos de Estados Unidos.
Siguiendo la misma técnica de casas ajardinadas construidas a lo largo de avenidas arboladas, fueron construidos los nuevos desarrollos urbanísticos, como las avenidas Pérez Ponce, del Campo Deportivo y Colón, este último con el Parque de las Américas construido en los años 40s. Además de transformaciones en el paisaje urbano y los problemas sociales que trajo consigo el desarrollo económico de Yucatán en las dos últimas décadas del siglo pasado, hubo otros aspectos de la vida social de Mérida que también presentaron sustanciales modificaciones en sus patrones culturales. A través del comercio de importación de prendas de vestir europeas y diversos materiales utilizados en la industria henequenera, así como los viajes al extranjero de la élite hacendaria, se fueron adquiriendo elementos culturales extranjeros y novedosos para la sociedad yucateca del siglo XIX. El caso más notorio fue el de la práctica de ejercicios físicos para mantenerse activos y en buen estado corporal, adquiriendo este culto a la personalidad una importancia cultural que se vio reflejada en varias publicaciones de ese período: esgrima, tenis, gimnasia, equitación y, sobre todo, las carreras de bicicletas, implantaron su presencia en Mérida. En el ya desaparecido "Sport Club" se organizaban competencias en terrenos cercanos a la quinta San Fernando, al norte de la ciudad e incluso se construyó un velódromo en el entonces pueblo de Chuminópolis; poseer una bicicleta en aquellos años significaba pertenecer a un estrato socioeconómico pudiente. Sin embargo, la Mérida que vio llegar la modernidad porfiriana sufrió también un caudal de consecuencias no deseadas, ya que la capital experimentó una transformación cultural de la que derivaron numerosos problemas socioeconómicos. | ||||||||||
"El lado oscuro" | ||||||||||
Durante el porfiriato, Mérida también se llenó de problemas sociales de la época, como la criminalidad, la prostitución, un incremento de delitos de diversa índole, desde simples robos hasta homicidios; todo esto despertó gran preocupación entre los yucatecos de la capital. Esto es fácil de observar en diversos artículos de la época que trataban ese fenómeno social, que no sólo afectaba al sector más privilegiado económicamente de la sociedad, sino también a otros estratos como artesanos, comerciantes, estudiantes y hasta a amas de casa; la alarma creció cuando los robos llegaron a cometerse en comercios y casas del centro de la ciudad.
Ante tal situación, salió a relucir el lamentable estado en que se hallaban los cuerpos policíacos municipales: en 1882, no había más de 30 agentes, mal vestidos y con implementos de defensa inadecuados y lo que es peor, muchos afectos a ingerir bebidas alcohólicas durante el desempeño de sus funciones. A pesar de los esfuerzos de los ciudadanos por contar con un cuerpo de seguridad efectivo -como una policía nocturna subsidiada por el Ayuntamiento y la Cámara de Comercio, y la creación de un instituto de vigilancia denominado La Gendarmería, con organización tipo militar que dependería directamente del gobernador- la criminalidad no disminuyó. El número de delitos siguió en aumento en décadas posteriores, lo que se atribuyó a la presencia de población foránea, como huastecos, canarios y chinos que, al no acostumbrarse a las labores de las haciendas henequeneras, habían optado por emigrar a la ciudad, en donde vagaban durante el día y cometían actos delictivos durante la noche. Paralela a la criminalidad, la prostitución fue un fenómeno social y cultural que también repercutió en la época. El problema era tal que en 1881 el Ayuntamiento meridano elaboró un reglamento para las mujeres y casas públicas, a fin de evitar la propagación de enfermedades venéreas entre la juventud. En Yucatán, ante la gran tensión que significó el aumento de los delitos urbanos, las autoridades tomaron en consideración las propuestas de varios intelectuales yucatecos -Eligio Ancona, Felipe Pérez Alcalá y Javier Santa María, entre otros- quienes desde los medios escritos de la época proponían la instauración del régimen de penitenciarias, sustituyendo la cárcel pública que funcionaba en la Ciudadela de San Benito, la cual ya resultaba inoperante por su hacinamiento e inseguridad. Así, en 1897 se inició la construcción de la Penitenciaria Juárez en terrenos del desaparecido pueblo de Santa Catarina, la cual se inauguró en 1895. |
martes, 13 de mayo de 2014
lunes, 12 de mayo de 2014
Porfiriato
El periodo de 1876 a 1911 está marcado dentro de la historia de nuestro país como porfiriato, y se refiere al gobierno de Porfirio Díaz, quien ocupo la presidencia del país durante el lapso antes mencionado, con la excepción de 1880 a 1884, donde el presidente de la patria fue Manuel González. Pero a partir de 1884, y hasta el quinto mes de 1911, la gran figura política nacional fue la del general Porfirio Díaz.
Esta etapa del país coincide con un momento particular del desarrollo capitalista que ha sido llamado imperialismo. Este periodo, en un ámbito internacional, tuvo como principal característica un nuevo tipo de colonialismo, en el cual los grandes países capitalistas de Europa y Estados Unidos ya no se preocuparon por controlar de una manera directa el resto del mundo, sino mediante la apropiación de los recursos naturales y su mano de obra, por ejemplo la tierra, los minerales, los metales preciosos y la fuerza de trabajo entre otras cosas más. El control que ejercieron estos países se hizo realidad a través de la inversión de capitales en los países en vías de desarrollo o recién liberados de estructuras de dominio colonial, lo que trago consigo importantes cambios, como el surgimiento de la clase obrera en países industrializados aceleraron la producción y exportación de alimentos y materias primas en los países que no eran participes de este desarrollo. Así los países implementaron medidas económicas favorables al capital extranjero, lo que finalmente los convirtió en países mono exportadores de café, carne, azúcar, trigo, algodón y estaño entre otros.
En América latina este periodo tuvo como principal característica, que sus élites políticas adoptaron, de manera entusiasta, las políticas de liberalismo y cambio de apertura de mercados promovidos por los países metropolitanos. La producción de materias primas para la exportación atrajo la inversión extranjera a la región. Los países de Latinoamérica, México entre ellos, cubrieron las nuevas demandas que tenían los dueños del capital, quienes se sirvieron de los estados nacionales para invadir la agricultura y apoderarse de los principales recursos naturales. Para extraer las materias y facilitar la introducción de los equipos y mercancías, el capital financiero estimuló la construcción de puertos y ferrocarriles y, para que funcionara todo esto, de servicios públicos.
ASPECTO POLITICO
México estaba envuelto en una profunda crisis general, pero en especial económica a causa de las diversas guerras que lo habían azotado; los caminos estaban plagados de bandidos, la delincuencia en las ciudades a la orden del día, el trabajo escaseaba y las inversiones extranjeras no arribaban a México ante la falta de garantías, tales como seguridad y de más servicios.
Porfirio Díaz figuró como un protagonista central de tales disputas, al levantarse en armas en dos ocasiones: una en 1871, en contra de la reelección del presidente Juárez con el plan de la noria, movimiento que, a pocos meses, fue derrotado. Al morir Benito Juárez, en 1872, se registro una nueva disputa por el poder, saliendo victorioso Sebastián Lerdo de Tejada. Al intentar éste reelegirse en 1876, Porfirio Díaz se levantó en armas, por segunda ocasión, ahora con el plan de Tuxtepec, resultando vencedor.
En el 1876, a llevar a cabo el plan Tuxtepec, el general Díaz propuso como “Ley suprema” de la nación el principio de la no reelección del presidente y gobernadores; además, aseguró que él en ningún momento aspiraba a permanecer en el mando y que, al obtener el triunfo, volvería “a la quietud del hogar domestico”. Pero no lo cumplió. Al asumir por segunda ocasión la Presidencia de la república, en 1884, se reeligió de manera ininterrumpida, hasta que una nueva revolución, la de 1910 lo obligó a renunciar y dejar el país.
La reelección del general Díaz lo hizo ser el hombre más importante de México por espacio de treinta años. En este tiempo sucedieron muchas cosas sobresalientes en el país: se logró alcanzar la estabilidad política; se registró un extraordinario crecimiento económico, disminuyó considerablemente la delincuencia y el bandolerismo casi desapareció como fenómeno social. Pero a la par de estos grandes cambios a favor de la patria, también hubo grandes abusos tales como: despojo de la propiedad comunal indígena; se fortaleció el latifundismo; se reprimió con mano dura, mediante la ley fuga o la pena de muerte, a quienes alteraran el orden público o se opusieran al régimen; se ataco la libertad de prensa y la gran parte de la población se mantuvo en la pobreza.
En términos generales se puede decir que el Porfiriato es un periodo en la historia nacional de marcados claros y oscuros: liberal pero al mismo tiempo conservador, conciliador y represivo, demócrata y autoritario, es un periodo polémico; los mismos historiadores tienen opiniones encontradas. La prensa de la época, por ejemplo, dependiendo del momento y su filiación, al referirse al caudillo de Tuxtepec lo mismo pintaba como un dictador que el héroe de la paz; a un violador de leyes y libertades individuales que al árbitro supremo de la nación; al vendedor de su propia patria que al constructor del México moderno. El historiador Francois- Xavier Guerra destacó al respecto: “Fue el Porfiriato un régimen extraño: sus contemporáneos los calificaban de patriarcal; los revolucionarios le llamaron dictadura; nuestros contemporáneos lo designan con etiquetas diferentes que van de caudillismo a régimen autoritario”
Al empezar el mandato del general Díaz la mayoría de sus colaboradores eran liberales, pero al terminar el siglo XIX el llamado grupo de los “científicos” había alcanzado una gran influencia dentro del mandato del general. Para los liberales su principal lema era la libertad, pero para el grupo de los científicos era el progreso, este grupo ejerció una fuerte influencia en el pensamiento del general, la filosofía del régimen fue el positivismo y su lema “Orden y progreso”
En este periodo no se puede hablar de una democracia, ya que esta fue ficticia y la única antirreleccionista era la muerte. Por su permanencia indefinida en el poder, el régimen porfirista era, en los últimos años, un gobierno gerontocrático: la edad promedio de sus ministros, senadores y gobernadores era de 70 años; hacia 1910, Porfirio Díaz tenía 80 años.
Ante la situación, el general Díaz se propuso básicamente dos objetivos: el primero, pacificar a como diera lugar el país; el segundo, promover con todos los medios a su alcance el crecimiento económico, pero el presidente Díaz tenía bien claro que sin crecimiento económico, la paz social nunca se alcanzaría.
Fue tan firme su política en contra de la delincuencia o los disidentes que, ante la noticia de un complot revolucionario en Veracruz, se le atribuye la orden de “mátalos en caliente”; Pero Porfirio Díaz también fue un gran conciliador, pues lo mismo integró en su gobierno a liberales que a conservadores, y fue capaz de convertirse en punto de equilibrio entre posturas y anteriormente confrontados. Al gobierno del general Díaz también se le atribuye la política de “pan y palo “, pan para el que trabaja, palo para el que se rebela.
ASPECTO ECONÓMICO
Para promover el crecimiento económico del país durante su periodo el general promovió políticas liberadoras de la economía nacional y México mostró una gran apertura al capital extranjero. Los principales países que trajeron su capital al país fueron: Inglaterra, con concesiones mineras y administrando el Istmo de Tehuantepec, España con la industria de hilados y tejidos, y por supuesto nuestro vecino del norte al cual se le dieron las concesiones para la construcción de ferrocarriles. Este crecimiento económico no favoreció a todas las regiones del país, era notorio que este crecimiento solo llego a las grandes metrópolis tales como Guadalajara, Monterrey y por supuesto la capital del país, era también notorio que las regiones del sur del país eran las que mostraban un mayor atraso.
En cuestión de números el avance económico era basto, para 1880 el total de las inversiones extranjeras era de 110 millones de pesos, para 1910 dicho monto era de 3400 millones.
El capital extranjero dominaba, casi de manera absoluta, la minería, la explotación petrolera, la banca y los, ferrocarriles. En el sector minero, por ejemplo de las 1030 compañías que operaban en 1910, 840 eran estadounidenses, 148 nacionales y el resto de otros países. Cálculos aproximados estiman que, para 1910, del total de las inversiones extranjeras 38% eran estadounidenses, 29% inglesas y 27% francesas, mientras que el resto se distribuía entre otras de menor importancia. En un lapso de treinta años, las inversiones inglesas pasaron de 9.2 a 90.7 millones de libras esterlinas; las francesas, de 15 a 1,675 millones de francos; en tanto las estadounidenses pasaron de 30 a 1,008 millones de dólares. Como resultado de estas inversiones diversos sectores registraron un extraordinario crecimiento: en veinte años se triplicó la producción de plata; el valor de la producción de cobre pasó de 260 mil a 32 millones de pesos, la producción de henequén paso de 3 mil pacas anuales al iniciar este periodo y a un millón de pacas al termino del mismo, en contrate la producción de productos para el consumo interno disminuyo, un ejemplo claro de esta paradoja es la baja en la producción de maíz.
Las exportaciones aumentaron durante el periodo 600%. Este modelo económico, apoyado en las inversiones extranjeras y orientado a satisfacer las demandas del mercado mundial, es llamado por los economistas “dependiente” con “crecimiento hacia a fuera”, es decir, que el resultado del crecimiento económico no es resultado del proceso de maduración de las fuerzas productivas nacionales, sino de factores externos.
MODERNIZACIÓN DE LA INFRAESTRUCTURA
El periodo en el cual el general Díaz estuvo al frente de la presidencia del país se caracterizaron por la modernización de la nación; esto significa que arribaron los avances tecnológicos más sobresalientes de la época. Este crecimiento se vio claramente marcado en dos ramas de la vida nacional en lo económico y lo administrativo.
La modernización económica fue posible principalmente a la expansión del ferrocarril, que facilitara el acceso rápido a todas las regiones distantes y el traslado de mercancías, otro avance que ayudó al desarrollo de la economía fue el tendido de la red telegráfica y telefónica. El ferrocarril era considerado la “palanca del progreso”.
En 1876 México tenía aproximadamente 580 kilómetros de vías férreas; para 1884 se había elevado a 5,731, en tanto que en 1910 el tendido ferrocarrilero alcanzaba ya los 24, 288 kilómetros. Con el ferrocarril las exportaciones a Estados Unidos se vieron notablemente favorecidas: al finalizar el siglo XIX, alrededor del 70% del total de las exportaciones mexicanas tenían como destino el vecino país del norte. Esto provocó una grave y notable dependencia económica hacía el país de las barras y las estrellas, circunstancia que hizo que Porfirio Díaz exclamara “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”
Las principales obras realizadas en México durante el mandato del General Díaz son las siguientes: el gran canal del desagüe, el hospital general, el teatro general hoy bellas artes, el palacio de correos entre otros. En esta época, la ciudad de México se confrontaba en belleza con las mejores ciudades de Europa.
LATIFUNDIOS. BANCOS
Durante el Porfiriato se consolidaron los primeros bancos de emisión de billetes. El banco de Londres y México y el Nacional de México, fueron los más importantes del periodo, contaban con sucursales en las capitales con mayor importancia. En 1889 se aprobó la Ley de Instituciones de Crédito y en 1899 se creó el banco central Mexicano.
El primero y más importante sector social del Porfiriato era el que estaba formado por los latifundistas. Para los hacendados se promovieron diversas leyes que tendieron a eliminar el límite a la propiedad privada y la obligación de sus propietarios de cultivar toda la tierra poseída. En los primeros años del régimen, por ejemplo, las leyes de colonización establecían un límite de 2,500 hectáreas a la propiedad individual, con el compromiso de colonizarlas; en 1893, estas restricciones fueron eliminadas. A lo largo del tiempo las haciendas fueron favorecidas. Se ha calculado por ejemplo, que en Chihuahua una persona poseía 7, 000,000 millones de hectáreas; en Oaxaca. Otra persona poseía 2, 000,000 de hectáreas; en Baja California cuatro personas poseían 11, 500,000 hectáreas, entre otros.
ASPECTO SOCIAL
Al finalizar el régimen, hacia 1910, México tenía aproximadamente 15 millones de habitantes, de los cuales 11 millones eran campesinos que sobrevivían con salarios que iban entre los 25 y 30 centavos diarios. En términos generales podemos distinguir cuatro clases de trabajadores en las haciendas: los peones acasillados o gañanes, de residencia permanente; los trabajadores eventuales; los arrendatarios y los medieros o aparceros.
Al igual que en la economía, las condiciones de los campesinos variaban dependiendo de las regiones del país, por ejemplo, en el sur se llegaron a registrar condiciones de esclavitud disfrazadas, esta situación se puede a preciar más claramente en el libro “México Bárbaro” del periodista estadounidense John Knneth Turner el cual hizo un recorrido por toda la parte sur del país, resaltado los lugares de Yucatán y Valle Nacional Oaxaca. En el capítulo IV de su obra llamado “los esclavos contratado de Valle Nacional” donde menciona lo sig. “Valle nacional es, sin duda, el peor centro de esclavitud en México. Probablemente es el peor del mundo. Cuando visite Valle Nacional esperaba encontrar algo más benigno que Yucatán, pero resultó ser más lastimoso. En Yucatán, los esclavos mayas mueren más rápidamente de lo que nacen, y dos tercios de los esclavos yaquis mueren durante el primer año después de la llegada a la región; pero en Valle Nacional todos los esclavos, con excepción de muy pocos –acaso cinco por ciento-, rinden tributo a la tierra en siete u ocho meses.
Esta afirmación es casi increíble. Yo no lo hubiera creído; acaso ni después de haber visto la forma como los hacen trabajar, el modo de azotarlos y de matarlos de hambre, si no hubiera sido por el hecho de que los propios amos me dijeron que era verdad. Hay quince mil de estos esclavos en Valle Nacional… ¡Quince mil nuevos cada año!
-Al sexto o séptimo mes empiezan a morir como las moscas durante la primera helada invernal y después no vale la pena conservarlos. Resulta más barato dejarlos morir, hay muchos más en los lugares de donde éstos vinieron.
Con estas palabras nos damos cuenta de la paradoja en la que estuvo envuelto el periodo de el general Díaz, por un lado la ciudad de México compitiendo en belleza con las mejores ciudades europeas y en el sur como ya lo he mencionado podía haberse hecho pasar por otra nación la gente moría despiadadamente.
Una de las principales características del sector campesino es la siguiente, el pago a los campesinos se hacía por lo general, en dinero y especie esto último mediante las llamadas tiendas de raya propiedad del hacendado. Mediante estas tiendas de rayas el campesino tenía que recurrir al endeudamiento, este endeudamiento obligaba a los campesinos a permanecer en las haciendas y con ello los hacendados tenían la garantía de la mano de obra para su tierras. Además estas deudas eran hereditarias.
EDUCACIÓN Y CULTURA
Durante el Porfiriato más de diez millones de habitantes no sabían leer ni escribir, aunque como en todos los aspectos del Porfiriato este sector también tenía claros y oscuros, como se ha podido notar el sur del país era el más afectado y las grandes metrópolis desarrollaron un gran índice de alfabetización.
El gobierno trato de hacer algo por la educación y por ello creó una serie de instituciones que enlistare a continuación:
En 1891 creó el Consejo Superior de Instrucción Pública y en 1905 fue elevado al rango de secretaría.
En 1910 Justo Sierra reunió las escuelas de especialidades y las organizó en una Universidad Nacional.
John Kennth Turner México Bárbaro Estado de México, Ediciones Leyenda, 2006, p. 47
CRISIS POLÍTICA Y ECONÓMICA: CLUBES LIBERALES Y PARTIDO LIBERAL MEXICANO.
EL esplendor del régimen porfirista lo podemos ubicar entre los años de 1890 y 1905. Desde 1900 empezaron a organizarse círculos opositores a Porfirio Díaz, siendo los más importantes los clubes liberales. Así, el primer Congreso Liberal , celebrado en San Luis Potosí en 1901, solicitó el estricto cumplimiento de la constitución de 1857 de las Leyes de Reforma.
Ante el auge de los clubes liberales, el régimen respondió con represión. Cárcel persecución, destrucción de imprentas clausura de periódicos y espionaje fue parte de la política aplicada hacia los opositores. Debido a la persecución de que eran objeto, los principales promotores y organizadores de los clubes liberales, entre ellos los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón, tuvieron que emigrar a Estados Unidos pero continuaron trabajando de manera activa en contra de la dictadura de Porfirio Díaz. Como resultado de sus trabajos, en 1906 formaron el partido Liberal Mexicano con el lema “Reforma, Libertad y Justicia” y ejercieron un fuerte influencia en las huelgas de Rio Blanco y Cananea. El programa de este partido plasmó demandas fundamentalmente obreras, constituyéndose en el antecedente más importante del artículo 123 de la constitución de 1917.
BALANCE HISTÓRICO DEL PORFIRIATO
El Porfiriato fue un periodo de marcados contrastes. Dependiendo del sector que uno analice, se puede llegar a conclusiones totalmente divergentes. El escritor estadounidense John Kennet Turner, en 1911 por ejemplo señaló que para sus compatriotas que emprendían negocios en México, el régimen de Díaz era “el más sabio, el más moderno y el más benéfico sobre la faz de la tierra”, pero que, desde el punto de vista del mexicano común, el gobierno de Díaz era “un tratante de esclavos, un ladrón, un asesino”, pues no tenía misericordia ni impartía justicia, sólo se dedicaba a explotar a su población. Cierto es que, para tener una opinión equilibrada sobre este periodo, debemos conocer sus claros y oscuros, sus virtudes y defectos, sus logros y retrocesos.
El extraordinario crecimiento económico que experimentó el país, la modernización urbana, el saneamiento de las finanzas públicas y la estabilidad la política fueron algunos de los logros más importantes del Porfiriato. Después de más de medio siglo de estancamiento económico y aislamiento comercial, México se insertó de lleno en la economía mundial ocupando un lugar clave, aunque de manera dependiente, dentro del desarrollo del capitalismo. Como resultado directo del pronunciado crecimiento económico, irrumpieron destacados centros urbanos y fabriles: Torreón y Aguascalientes se convirtieron en importantes centros de distribución ferroviaria, Monterrey y Orizaba se consolidaron como ciudades industriales, Mérida creció significativamente con la exportación de henequén y chihuahua con la venta de ganado.
Sin embargo, en no pocos casos, para los peones de las haciendas, los jornaleros del campo, los mineros y los obreros fabriles, es decir, para la clase trabajadora, la paz social y la estabilidad política de que tanto se vanagloria el régimen significaron arbitrariedades, explotación, sometimiento y represión, particularmente cuando daban alguna señal de protesta o rebeldía. Tales injusticias, permitidas y solapadas generalmente por los prefectos políticos que eran autoridades locales, conformaron lo que se conoce como “la leyenda negra” del Porfiriato y constituye uno de los lados oscuros.
Lo que para los hombres del régimen era motivo de orgullo, para un sector ilustrado de la clase media era motivo de crítica e indignación. La prensa volvió a sus fueros y un sector de jóvenes periodistas acusó a Porfirio Díaz de extranjerismo desmesurado, de vender la patria a los extranjeros, de mantener a la población sumida en la pobreza y, sobre todo, denunciaron la falta de libertad política.
En medio de grandes tensiones y conflictos llegó 1910, un año de grandes sorpresas para los mexicanos de entonces: apareció el cometa Halley, se realizó la convención de los clubes antirreleccionista, con bombo y platillo el régimen festejó el primer centenario de la Independencia de México, se consumó la séptima reelección de Porfirio Díaz para presidente de la República y, como resultado de esto último, inició un movimiento revolucionario de largo alcance, en el mes de noviembre, que obligaría al anciano presidente a dimitir del cargo e irse de México. Por ello es un año clave en la historia nacional.
Porfirio Díaz
Nació un 15 de septiembre de 1830 en la ciudad de Oaxaca. Fue hijo de José Díaz y Petronila Mori, quedó huérfano de padre a temprana edad y su madre pretendió que siguiera la carrera religiosa, por lo que estudió 5 años en el Seminario Oaxaqueño. En aquellos tiempos la gente pobre con interés en estudiar tenía como única alternativa estudiar para sacerdote, pues en los seminarios tenían educación, comida, ropa y hospedaje asegurados. Sin embargo, a Porfirio no le gustó la carrera religiosa y entró a estudiar al Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, que era la máxima casa de estudios del estado. Tomó la carrera de abogado y aunque no la terminó inmediatamente debido a la falta de recursos, la concluyó posteriormente. Mucho se ha dicho que Porfirio Díaz era un hombre inculto, cosa totalmente falsa, pues además de tener una sólida base académica recibida en el seminario, Porfirio Díaz era una persona muy disciplinada y responsable, de modo que siempre fue un brillante estudiante y un distinguido masón. En efecto, Porfirio Díaz tuvo una intensa instrucción masónica. Debemos de recordar que para el siglo XIX la masonería era una institución muy seria que daba capacitación e instrucción a las personas más brillantes de la sociedad, debido entre otras cosas, a la falta de espacios y oportunidades educativas de aquel entonces. En la masonería Porfirio Díaz llegó a ocupar el grado 33, el nivel más alto, y fundó la logia "Cristo No. 1" que actualmente es considerada una de las más antiguas de Oaxaca. El nombre masónico de Díaz fue el de "pélicano".
Fue en el año de 1843 cuando se inscribió como alumno regular en el Instituto de Ciencias y Artes y en 1846 se alistó en la Guardia Nacional y dejó la escuela para combatir la invasión norteamericana, aunque no participó en la contienda armada. Sus biógrafos dicen que Díaz lideró a un grupo compañeros estudiantes del Instituto de Ciencias y Artes para luchar en contra de la invasión Norteamericana. Posteriormente trabajó como zapatero y carpintero, sin embargo, más tarde, en 1854 trabajó como bibliotecario en el Instituto.
En 1853, Antonio López de Santa Anna ocupó por undécima vez la presidencia de la República. En diciembre de ese año vendió el territorio de La Mesilla a los Estados Unidos. Este hecho fue la gota que derramó el vaso y provocó que en el estado de Guerrero se rebelaran algunos militares al mando de Juan Álvarez, quien proclamó el Plan de Ayutla, en el que se desconocía a Santa Anna como presidente. Porfirio Díaz nuevamente se alista en el ejercito para pelear por la patria y se une en la mixteca al general José María Herrera. Así inició su carrera militar, en la que alcanzó rápidos ascensos, pues para el 22 de diciembre de 1856 era ya capitán de infantería de la Guardia Nacional. La capacidad militar era sobresaliente en Díaz. Sus cualidades de atleta, hombre disciplinado e intuición nata, lo hicieron un enemigo invencible. Porfirio Díaz ha sido considerado como "el soldado de la patria", antes que político y estadista, Díaz era un militar de convicciones y de una inquebrantable fuerza de voluntad y templanza. Gracias a los principios recibidos en la masonería siempre luchó por la causa liberal y le infligió importantes derrotas a los conservadores y a las tropas invasoras francesas. El Soldado de la Patria intervino en tres guerras: la Guerra Mexicano-estadounidense (1846-1848); la guerra civil (1858-1860) entre liberales y conservadores, llamada Guerra de la Reforma, en la que apoyó la causa liberal de Benito Juárez y la guerra en contra de la intervención francesa (1863-1867) en contra de Maximiliano I de Hamsburgo, enviado por el emperador francés Napoleón III. La vida militar de Porfirio Díaz fue apasionante, tuvo mas aciertos y victorias que derrotas y su valor, inteligencia y capacidad le hicieron ser temido y respetado por sus adversarios. El 22 de diciembre de 1859 el Presidente de la República le pide especialmente al Gobernador de Oaxaca, que le otorgue a Diaz el ascenso inmediato, por su magnífico desempeño en el ataque de Tehuantepec, el 25 de noviembre del mismo año. El 23 de enero de 1860 Porfirio Díaz es derrotado en Mitla a manos de Cobos y en 1876 en plena Revolución de Tuxtepec, sufre otra derrota al verse perdido en el pueblo norteño de Icamole, donde estalló en llanto y por eso le dijeron "El llorón de Icamole", aunque finalmente logró vencer a sus enemigos. El 30 de enero de 1860 se le nombra Jefe de la Brigada de la Sierra, de la División de operaciones del Estado de Oaxaca. El 19 de abril del mismo año son reconocidos sus méritos militares con una mención honorífica por el asalto y toma de la manzana inmediata al Convento de la Concepción en Oaxaca. El 5 de agosto de 1860 se vive una acción de guerra dada en Oaxaca por la División del Estado, en cuya jornada resultó herido el coronel Porfirio Díaz. El 14 de julio de 1861 se le otorga nuevamente una mención honorífica por el valor demostrado en la jornada de Jalatlaco y por lo cual se le recompensa con el grado de General de Brigada. El 28 de abril de 1863 nuevamente obtiene una mención honorífica por el combate del 25 de abril en Puebla. El 30 de junio de 1863 es nombrado por el Presidente como "General en Jefe del Ejército de Operaciones". Durante la guerra de Reforma Don Porfirio Díaz libró 12 batallas, fue herido de gravedad, creó una policía secreta, sufrió peritonitis, instaló una fábrica de municiones, se volvió experto en ataques súbitos y emboscadas. Pero sobre todo desarrolló todas su cualidades y dotes de estratega y líder con sus oficiales y tropa. Una de las características de Díaz es que a diferencia de la mayoría de oficiales de alto rango, él venía de cuna humilde y sabía tener trato con la tropa y con el pueblo, de quien siempre recibió mucho apoyo en los momentos más difíciles de su carrera militar. Los frutos vendrían más tarde, en 1866, cuando su estrella militar comenzase a brillar por encima de todas, sus triunfos de Jalatlaco, Miahuatlán y La Carbonera resonarían en los campos liberales. El 2 de abril de 1867 lograba en Puebla su victoria más importante con la que se derrota al ejército invasor francés. En su vida sentimental Porfirio Díaz también fue un hombre apasionado. En 1867 desposó a una sobrina llamada Delfina Ortega Díaz, hija de su hermana Manuela Díaz, fruto de esta unión nacieron una niña llamada Luz y un varón llamado Porfirio. Manuela murió y se sabe que Porfirio era un hombre amoroso y cariñoso con su familia. Se dice que su gran amor fue una mujer de Tehuantepec llamada Catalina Romero que según cuenta la anécdota un día lo escondió debajo de su falda cuando era perseguido por sus enemigos. Sea como fuere, Díaz aun siendo Presidente le daba especial consideración y dice la leyenda que mandó que el ferrocarril pasara al lado de su casa. Catalina Romero fue una mujer muy peculiar, era una brillante y prospera comerciante, fundó una escuela para señoritas y realizaba frecuentes viajes a Europa. Finalmente en 1881 se casó con una adolescente de 17 años llamada Carmelita Romero Rubio, que fue su esposa hasta su muerte y con quien vivó en matrimonio 33 años. Su vida como político al principio no fue exitosa. Al término de la invasión francesa Díaz se enfrenta por la presidencia a su paisano Benito Juárez García (1867) saliendo derrotado y se recluye en la Hacienda de La Noria a las afueras de la Ciudad de Oaxaca. En la siguiente elección presidencial compiten Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, ninguno de los candidatos obtiene mayoría y es el congreso que elige a Juárez (1871) Díaz se levanta en rebelión militar con el Plan de la Noria pero la rebelión no progresa, pues Benito Juárez García muere súbitamente de una angina de pecho en el Palacio Nacional (1872) y toma la presidencia Sebastián Lerdo de Tejada. Pero en el año 1876 Porfirio Díaz protagonizó una prolongada serie de acciones militares y derrocó al presidente Sebastián Lerdo de Tejada, asumiendo la presidencia de la República. Según la Constitución mexicana, no podía permanecer en la presidencia durante dos mandatos consecutivos por lo que tuvo que renunciar en 1880 aunque continuó en el gobierno como Secretario de Fomento. Fue reelegido en 1884 y consiguió la aprobación de una enmienda a la Constitución que permitía la sucesión de mandatos presidenciales, permaneciendo en el poder hasta 1911. Porfirio Díaz como estadista logró consolidar el proyecto de nación que los criollos liberales- federalistas-republicanos-masones-yorkinos iniciaron en los comienzos del siglo XIX, después de la independencia de España en 1821. El proyecto era crear una nación como las que surgieron en Europa a principios del siglo XIX. Abrir las fronteras a los capitales extranjeros, industrializar al país y modernizarlo. Esto se inició con la expropiación de las tierras de los más pobres y la explotación de grandes masas de indígenas y campesinos. Las haciendas, las minas y las fábricas comenzaron a crear la riqueza esperada. La clase dominante se volvió sumisos operarios de los grandes capitales que llegaban de Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Alemania. En este modelo de desarrollo las masas funcionaban solo como mano de obra barata y con muy pocos derechos. La cultura autóctona y originaria fue tomada como un problema y grave retraso al progreso y la modernidad. El modelo económico, político y cultural era importado especialmente de Francia. México crecía económicamente, se extraía la riqueza de la naturaleza y de la mano de obra barata, pero el costo social fue muy alto y para 1910, el grupo de poder económico del Norte apoyados por Estados Unidos pretenden que Francisco I. Madero, hijo de una de las familias más poderosas del Norte y que acababa de llegar de Inglaterra al concluir sus estudios, jugara como Vicepresidente en la siguiente reelección de Porfirio Díaz. Como Díaz no lo acepta como compañero de fórmula para la siguiente elección, Madero funda el Partido Antirreleccionista y pierde. Se inicia la revolución y Porfirio Díaz renuncia a la presidencia el 21 de mayo de 1911 y el 26 del mismo mes parte desde el puerto de Veracruz hacia Francia, en donde muere el 2 de Julio de 1915 a la edad de 84 años. Sus restos descansan el cementerio de Montparnasse en París. Porfirio Díaz dejó dicho que deseaba que sus restos descansaran en el Templo de la Virgen de la Soledad en la Ciudad de Oaxaca, México.
Fue en el año de 1843 cuando se inscribió como alumno regular en el Instituto de Ciencias y Artes y en 1846 se alistó en la Guardia Nacional y dejó la escuela para combatir la invasión norteamericana, aunque no participó en la contienda armada. Sus biógrafos dicen que Díaz lideró a un grupo compañeros estudiantes del Instituto de Ciencias y Artes para luchar en contra de la invasión Norteamericana. Posteriormente trabajó como zapatero y carpintero, sin embargo, más tarde, en 1854 trabajó como bibliotecario en el Instituto.
En 1853, Antonio López de Santa Anna ocupó por undécima vez la presidencia de la República. En diciembre de ese año vendió el territorio de La Mesilla a los Estados Unidos. Este hecho fue la gota que derramó el vaso y provocó que en el estado de Guerrero se rebelaran algunos militares al mando de Juan Álvarez, quien proclamó el Plan de Ayutla, en el que se desconocía a Santa Anna como presidente. Porfirio Díaz nuevamente se alista en el ejercito para pelear por la patria y se une en la mixteca al general José María Herrera. Así inició su carrera militar, en la que alcanzó rápidos ascensos, pues para el 22 de diciembre de 1856 era ya capitán de infantería de la Guardia Nacional. La capacidad militar era sobresaliente en Díaz. Sus cualidades de atleta, hombre disciplinado e intuición nata, lo hicieron un enemigo invencible. Porfirio Díaz ha sido considerado como "el soldado de la patria", antes que político y estadista, Díaz era un militar de convicciones y de una inquebrantable fuerza de voluntad y templanza. Gracias a los principios recibidos en la masonería siempre luchó por la causa liberal y le infligió importantes derrotas a los conservadores y a las tropas invasoras francesas. El Soldado de la Patria intervino en tres guerras: la Guerra Mexicano-estadounidense (1846-1848); la guerra civil (1858-1860) entre liberales y conservadores, llamada Guerra de la Reforma, en la que apoyó la causa liberal de Benito Juárez y la guerra en contra de la intervención francesa (1863-1867) en contra de Maximiliano I de Hamsburgo, enviado por el emperador francés Napoleón III. La vida militar de Porfirio Díaz fue apasionante, tuvo mas aciertos y victorias que derrotas y su valor, inteligencia y capacidad le hicieron ser temido y respetado por sus adversarios. El 22 de diciembre de 1859 el Presidente de la República le pide especialmente al Gobernador de Oaxaca, que le otorgue a Diaz el ascenso inmediato, por su magnífico desempeño en el ataque de Tehuantepec, el 25 de noviembre del mismo año. El 23 de enero de 1860 Porfirio Díaz es derrotado en Mitla a manos de Cobos y en 1876 en plena Revolución de Tuxtepec, sufre otra derrota al verse perdido en el pueblo norteño de Icamole, donde estalló en llanto y por eso le dijeron "El llorón de Icamole", aunque finalmente logró vencer a sus enemigos. El 30 de enero de 1860 se le nombra Jefe de la Brigada de la Sierra, de la División de operaciones del Estado de Oaxaca. El 19 de abril del mismo año son reconocidos sus méritos militares con una mención honorífica por el asalto y toma de la manzana inmediata al Convento de la Concepción en Oaxaca. El 5 de agosto de 1860 se vive una acción de guerra dada en Oaxaca por la División del Estado, en cuya jornada resultó herido el coronel Porfirio Díaz. El 14 de julio de 1861 se le otorga nuevamente una mención honorífica por el valor demostrado en la jornada de Jalatlaco y por lo cual se le recompensa con el grado de General de Brigada. El 28 de abril de 1863 nuevamente obtiene una mención honorífica por el combate del 25 de abril en Puebla. El 30 de junio de 1863 es nombrado por el Presidente como "General en Jefe del Ejército de Operaciones". Durante la guerra de Reforma Don Porfirio Díaz libró 12 batallas, fue herido de gravedad, creó una policía secreta, sufrió peritonitis, instaló una fábrica de municiones, se volvió experto en ataques súbitos y emboscadas. Pero sobre todo desarrolló todas su cualidades y dotes de estratega y líder con sus oficiales y tropa. Una de las características de Díaz es que a diferencia de la mayoría de oficiales de alto rango, él venía de cuna humilde y sabía tener trato con la tropa y con el pueblo, de quien siempre recibió mucho apoyo en los momentos más difíciles de su carrera militar. Los frutos vendrían más tarde, en 1866, cuando su estrella militar comenzase a brillar por encima de todas, sus triunfos de Jalatlaco, Miahuatlán y La Carbonera resonarían en los campos liberales. El 2 de abril de 1867 lograba en Puebla su victoria más importante con la que se derrota al ejército invasor francés. En su vida sentimental Porfirio Díaz también fue un hombre apasionado. En 1867 desposó a una sobrina llamada Delfina Ortega Díaz, hija de su hermana Manuela Díaz, fruto de esta unión nacieron una niña llamada Luz y un varón llamado Porfirio. Manuela murió y se sabe que Porfirio era un hombre amoroso y cariñoso con su familia. Se dice que su gran amor fue una mujer de Tehuantepec llamada Catalina Romero que según cuenta la anécdota un día lo escondió debajo de su falda cuando era perseguido por sus enemigos. Sea como fuere, Díaz aun siendo Presidente le daba especial consideración y dice la leyenda que mandó que el ferrocarril pasara al lado de su casa. Catalina Romero fue una mujer muy peculiar, era una brillante y prospera comerciante, fundó una escuela para señoritas y realizaba frecuentes viajes a Europa. Finalmente en 1881 se casó con una adolescente de 17 años llamada Carmelita Romero Rubio, que fue su esposa hasta su muerte y con quien vivó en matrimonio 33 años. Su vida como político al principio no fue exitosa. Al término de la invasión francesa Díaz se enfrenta por la presidencia a su paisano Benito Juárez García (1867) saliendo derrotado y se recluye en la Hacienda de La Noria a las afueras de la Ciudad de Oaxaca. En la siguiente elección presidencial compiten Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, ninguno de los candidatos obtiene mayoría y es el congreso que elige a Juárez (1871) Díaz se levanta en rebelión militar con el Plan de la Noria pero la rebelión no progresa, pues Benito Juárez García muere súbitamente de una angina de pecho en el Palacio Nacional (1872) y toma la presidencia Sebastián Lerdo de Tejada. Pero en el año 1876 Porfirio Díaz protagonizó una prolongada serie de acciones militares y derrocó al presidente Sebastián Lerdo de Tejada, asumiendo la presidencia de la República. Según la Constitución mexicana, no podía permanecer en la presidencia durante dos mandatos consecutivos por lo que tuvo que renunciar en 1880 aunque continuó en el gobierno como Secretario de Fomento. Fue reelegido en 1884 y consiguió la aprobación de una enmienda a la Constitución que permitía la sucesión de mandatos presidenciales, permaneciendo en el poder hasta 1911. Porfirio Díaz como estadista logró consolidar el proyecto de nación que los criollos liberales- federalistas-republicanos-masones-yorkinos iniciaron en los comienzos del siglo XIX, después de la independencia de España en 1821. El proyecto era crear una nación como las que surgieron en Europa a principios del siglo XIX. Abrir las fronteras a los capitales extranjeros, industrializar al país y modernizarlo. Esto se inició con la expropiación de las tierras de los más pobres y la explotación de grandes masas de indígenas y campesinos. Las haciendas, las minas y las fábricas comenzaron a crear la riqueza esperada. La clase dominante se volvió sumisos operarios de los grandes capitales que llegaban de Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Alemania. En este modelo de desarrollo las masas funcionaban solo como mano de obra barata y con muy pocos derechos. La cultura autóctona y originaria fue tomada como un problema y grave retraso al progreso y la modernidad. El modelo económico, político y cultural era importado especialmente de Francia. México crecía económicamente, se extraía la riqueza de la naturaleza y de la mano de obra barata, pero el costo social fue muy alto y para 1910, el grupo de poder económico del Norte apoyados por Estados Unidos pretenden que Francisco I. Madero, hijo de una de las familias más poderosas del Norte y que acababa de llegar de Inglaterra al concluir sus estudios, jugara como Vicepresidente en la siguiente reelección de Porfirio Díaz. Como Díaz no lo acepta como compañero de fórmula para la siguiente elección, Madero funda el Partido Antirreleccionista y pierde. Se inicia la revolución y Porfirio Díaz renuncia a la presidencia el 21 de mayo de 1911 y el 26 del mismo mes parte desde el puerto de Veracruz hacia Francia, en donde muere el 2 de Julio de 1915 a la edad de 84 años. Sus restos descansan el cementerio de Montparnasse en París. Porfirio Díaz dejó dicho que deseaba que sus restos descansaran en el Templo de la Virgen de la Soledad en la Ciudad de Oaxaca, México.
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